Esta foto merece un comentario. Vemos en la imagen a Rosita departiendo con mi hermana Marta en el colectivo que nos llevaba al almuerzo de los primos. Instantes antes de esta escena me acababa de sentar, al lado de Marta, al descender un pasajero, sin reparar en una elegante y bella dama que permanecía de pié cercana a mí, con la que me disculpé y le ofrecí el asiento. La dama declinó la invitación con toda gentileza en primera instancia. Luego al yo insistir lo hizo agradeciendo el detalle. Hasta ese momento la dama en cuestión nos desconocía a ambos del mismo modo que nosotros a ella. Al tomar asiento, fue Marta quien advirtió asombrada que la dama no era otra que Rosita, nuestra querida prima. Fue el tiempo quien cambió nuestro aspecto físico para no reconocernos de inmediato, pero no logró modificar el afecto que permaneció intacto en nuestros corazones. De cosas así está llena la vida, es el amor, el que logra descubrirlas y exteriorizarlas.. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario